Innovadores literarios


Después de trabajar los recursos narrativos en clase, los alumnos de 4º escribieron relatos que fueran innovadores en cuanto al uso de dichos recursos. 

Con una selección de tres de esos textos, hicimos un podcast para nuestra radio:

Pero hubo un relato que, como bien explica nuestro alumno Lucas, no pudimos incluir en nuestro programa de radio, por su extensión y sus recursos gráficos. Lo podéis leer a continuación:

Historia

Otro día de clase más. Me levanté a las siete, me vestí, desayuné, me lavé los dientes y me marché. Todo iba como siempre, aunque hoy me encontraba algo ido debido al examen que tenía en dos días. Con mi cabeza en las nubes, oí una voz familiar llamándome. Era Marta, mi vecina. Llevábamos ya un buen tiempo sin hablar, y la verdad no me importaba mucho, siempre me pareció un poco pesada. Su personalidad demasiado hiperactiva y torpe hacía que su presencia se hiciera molesta, no es que fuese mala persona, pero a veces hablaba demasiado.

-¡Marcos! ¡Qué alegría verte! Llevamos mucho tiempo sin hablar, ¿te importa si caminamos juntos a clase?

No tenía muchas ganas de tenerla cerca, pero tampoco quería rechazarla, era alguien muy sensible y quizás un no la heriría.

-Hola, Marta, sí, claro, caminemos juntos. ¿Qué tal andas?

-Bastante bien, ¡feliz porque al fin hablamos después de tanto tiempo!

-Sí, ¿qué has hecho en todo este tiempo?

-Pues lo típico: estudiar, leer, dibujar... no soy la mejor en ningún ámbito, pero disfruto de esas cosas. Además, tú no pasas por casa, así que tengo menos que hacer.

Tenía la sensación de que quería hacer que me sintiese mal por ignorarla durante tanto tiempo, pero tampoco es que ella hiciese un esfuerzo de hablarme... a veces juro que no la entiendo.

Seguimos caminando hasta el colegio. Fuimos a nuestras respectivas clases. Como siempre, estaba ido y no me enteré de la mitad de lo que se explicó. Al final del día, después de que se fueran todos, se me acercó una chica. Era Mónica. No la conocía de mucho, simplemente sabía que era buena amiga de Marta.

-¡Hola, Marcos!, ¿verdad?

-Así es, ese soy yo.

-¡Encantada! Yo soy Mónica.

-Lo sé, encantado igualmente.

-Oye, ¿puedo preguntarte algo? Marta me dijo que estabas interesado en unirte al club de literatura del colegio, ¿todavía lo estás?

No podía ser. ¡¿Cuándo dije yo eso?! Marta debió de haberlo inventado... sabía que me habló por algo.

-¿Qué? No, debe de haber un malentendido, yo-

El rostro de Mónica se entristeció.

-"Rayos", pensé, "ahora no puedo decirle que no... maldita seas, Marta"

-Vaya... entiendo, tranquilo. Perdona por molestarte.

-¡No! Espera, me he equivocado, es cierto, sí lo había pensado.

-¿En serio?

El rostro de Mónica se iluminó

-Sí... simplemente estoy despistado.

-¡Genial! entonces, ¿quieres venir a conocer a los miembros?

-¡Sí, claro!

"En qué lío me he metido..."

Mónica me acompañó a la sala del club de literatura. Abrió la puerta. En la sala había otras dos chicas. No conocía a ninguna de ellas, pero una parecía una de primero, mientras que la otra ya parecía de Bachillerato.

-¡Chicas! Os presento a nuestro nuevo miembro

Ambas chicas giraron sus cabezas hacia mí

-¡¿Un chico?! ¡¿En serio?! -exclamó la pequeña

-Anda, Paula, no seas así, ni siquiera lo conoces...

Paula refunfuñó.

-¡Hola! ¡Soy Mei! -exclamó la mayor -. Encantada de conocerte

-Encantado también -dije yo

-Muy bien, ahora que todos nos conocemos, Paula, ¡saca la sorpresa!

-Agh... está bien...

Paula se acercó al armario y de ahí sacó unos pastelitos.

-Los hice yo para el nuevo miembro...

-Tienen buena pinta, pero aún no he decidido si me quedo o no.

Todas me miraron con cara triste tras eso, menos Paula, que puso una cara de disgusto.

-Bueno... es que...

Antes de que pudiera acabar, Marta entró en la sala corriendo.

-¡Siento llegar tarde! -exclamó.

-Nada nuevo -dijo Mónica con una sonrisilla

Marta sonrió

-¡Marcos! ¡Estás aquí, qué bien!

-Así es, nos estaba diciendo su decisión final.

-Esto... yo...

No sabía qué decir. No sabía absolutamente nada sobre literatura, ni sobre poesía, ni nada. Lo único que se podría considerar literario que consumo son cómics y mangas.

-Marcos, no te vamos a obligar; pero, por favor, nos harías un gran favor si te quedases... -dijo Mónica-. El club necesita mínimo cinco miembros para que siga en funcionamiento, si no, el colegio tendrá que cerrar nuestro club...

Todas me miraron con cara triste. No podía decirles que no.

-Bueno... está bien" -dije finalmente.

Todas mostraron unas sonrisas gigantes en sus rostros y empezaron a gritar de la emoción.

-¡Yupiiiii! -gritaron al unísono.

Yo no pude evitar sonreír también.

-Bueno, para celebrar esto, voy a mandaros a todos a hacer un poema para que practiquéis -dijo Mónica feliz.

-Perdona... yo no sé escribir -contesté yo, alguien con cero experiencia en literatura y poesía.

-Tonterías -contestó-. Todo el mundo sabe escribir. Solamente tienes que tener las ideas claras-

Suspiré, pero acepté el reto.

-Con esto dicho, me despido, tengo clases de piano. Chao, ¡nos vemos mañana!

Yo decidí también marcharme a casa. Pensé en sobre qué podría tratar mi poema. Mi forma de expresar las ideas en mi mente era horrible. Pero me puse a ello y acabé haciendo algo que supongo que era medio decente.

A la mañana siguiente, después de clases, acudí al club de lectura de nuevo. Marta me había acompañado de nuevo a clase y la verdad cada vez apreciaba más su presencia. Nunca tuve a alguien muy cercano, por lo cual ella me alegraba mucho.

-¿Qué has escrito? -me preguntó Marta.

-Prefiero no compartirlo...

-Anda ya, si tendrás que hacerlo de todos modos. Enséñamelo, porfi.

-Cuando lo presentemos todos, te lo enseñaré.

Entramos al club. Las tres chicas estaban leyendo.

-¡Bienvenidos! -exclamó Emi. Llevaba mirándome desde ayer y la verdad me incomodaba un poco, pero no le hice mucho caso, parecía maja.

-¡Hola! -dijimos Marta y yo.

-Bueno, ya que estamos todos... -dijo Mónica-. Ya podemos presentar nuestros poemas.

Yo bajé la cabeza. Sentía vergüenza al solo pensar en tener que mostrar mi poema a los demás.

-¡Marcos! ¿Quieres que intercambiemos poemas? -me dijo Emi

-Sí... adelante... -dije.

Emi me entregó su poema.

Decía:

"Emi, qué es-"






Otro día de clase más. Me levanté a las siete, me vestí, desayuné, me lavé los dientes y me marché. Todo iba como siempre, aunque hoy me encontraba algo ido debido al examen que tenía en dos días. Con mi cabeza en las nubes, oí una voz familiar llamándome. Era Marta, mi vecina. Llevábamos ya un buen tiempo sin hablar, y la verdad no me importaba mucho, siempre me pareció un poco pesada. Su personalidad demasiado hiperactiva y torpe hacía que su presencia se hiciera molesta, no es que fuese mala persona, pero a veces hablaba demasiado.

-¡Marcos! ¡Qué alegría verte! Llevamos mucho tiempo sin hablar, ¿te importa si caminamos juntos a clase?

No tenía muchas ganas de tenerla cerca, pero tampoco quería rechazarla, era alguien muy sensible y quizás un no la heriría.

-Hola, Marta, sí, claro, caminemos juntos. ¿Qué tal andas?

-Bastante bien, ¡feliz porque al fin hablamos después de tanto tiempo!

-Sí, ¿qué has hecho en todo este tiempo?

-Pues lo típico: estudiar, leer, dibujar... no soy la mejor en ningún ámbito, pero disfruto de esas cosas. Además, tú no pasas por casa, así que tengo menos que hacer.

Tenía la sensación de que quería hacer que me sintiese mal por ignorarla durante tanto tiempo, pero tampoco es que ella hiciese un esfuerzo de hablarme... a veces juro que no la entiendo.

Seguimos caminando hasta el colegio. Fuimos a nuestras respectivas clases. Como siempre, estaba ido y no me enteré de la mitad de lo que se explicó. Al final del día, después de que se fueran todos, se me acercó una chica. Era Mónica. No la conocía de mucho, simplemente sabía que era buena amiga de Marta.

-¡Hola, Marcos!, ¿verdad?

-Así es, ese soy yo.

-¡Encantada! Yo soy Mónica.

-Lo sé, encantado igualmente.

-Oye, ¿puedo preguntarte algo? Marta me dijo que estabas interesado en unirte al club de literatura del colegio, ¿todavía lo estás?

No podía ser. ¡¿Cuándo dije yo eso?! Marta debió de haberlo inventado... sabía que me habló por algo.

-¿Qué? No, debe de haber un malentendido, yo-

El rostro de Mónica se entristeció.

-"Rayos", pensé, "ahora no puedo decirle que no... maldita seas, Marta"

-Vaya... entiendo, tranquilo. Perdona por molestarte.

-¡No! Espera, me he equivocado, es cierto, sí lo había pensado.

-¿En serio?

El rostro de Mónica se iluminó

-Sí... simplemente estoy despistado.

-¡Genial! entonces, ¿quieres venir a conocer a los miembros?

-¡Sí, claro!

"En qué lío me he metido..."

Mónica me acompañó a la sala del club de literatura. Abrió la puerta. En la sala había otras dos chicas. No conocía a ninguna de ellas, pero una parecía una de primero, mientras que la otra ya parecía de Bachillerato.

-¡Chicas! Os presento a nuestro nuevo miembro

Ambas chicas giraron sus cabezas hacia mí

-¡¿Un chico?! ¡¿En serio?! -exclamó la pequeña

-Anda, Paula, no seas así, ni siquiera lo conoces...

Paula refunfuñó.

-¡Hola! ¡Soy Mei! -exclamó la mayor -. Encantada de conocerte

-Encantado también -dije yo

-Muy bien, ahora que todos nos conocemos, Paula, ¡saca la sorpresa!

-Agh... está bien...

Paula se acercó al armario y de ahí sacó unos pastelitos.

-Los hice yo para el nuevo miembro...

-Tienen buena pinta, pero aún no he decidido si me quedo o no.

Todas me miraron con cara triste tras eso, menos Paula, que puso una cara de disgusto.

-Bueno... es que...

Antes de que pudiera acabar, Marta entró en la sala corriendo.

-¡Siento llegar tarde! -exclamó.

-Nada nuevo -dijo Mónica con una sonrisilla

Marta sonrió

-¡Marcos! ¡Estás aquí, qué bien!

-Así es, nos estaba diciendo su decisión final.

-Esto... yo...

No sabía qué decir. No sabía absolutamente nada sobre literatura, ni sobre poesía, ni nada. Lo único que se podría considerar literario que consumo son cómics y mangas.

-Marcos, no te vamos a obligar; pero, por favor, nos harías un gran favor si te quedases... -dijo Mónica-. El club necesita mínimo cinco miembros para que siga en funcionamiento, si no, el colegio tendrá que cerrar nuestro club...

Todas me miraron con cara triste. No podía decirles que no.

-Bueno... está bien" -dije finalmente.

Todas mostraron unas sonrisas gigantes en sus rostros y empezaron a gritar de la emoción.

-¡Yupiiiii! -gritaron al unísono.

Yo no pude evitar sonreír también.

-Bueno, para celebrar esto, voy a mandaros a todos a hacer un poema para que practiquéis -dijo Mónica feliz.

-Perdona... yo no sé escribir -contesté yo, alguien con cero experiencia en literatura y poesía.

-Tonterías -contestó-. Todo el mundo sabe escribir. Solamente tienes que tener las ideas claras-

Suspiré, pero acepté el reto.

-Con esto dicho, me despido, tengo clases de piano. Chao, ¡nos vemos mañana!

Yo decidí también marcharme a casa. Pensé en sobre qué podría tratar mi poema. Mi forma de expresar las ideas en mi mente era horrible. Pero me puse a ello y acabé haciendo algo que supongo que era medio decente.

A la mañana siguiente, después de clases, acudí al club de lectura de nuevo. Marta me había acompañado de nuevo a clase y la verdad cada vez apreciaba más su presencia. Nunca tuve a alguien muy cercano, por lo cual ella me alegraba mucho.

-¿Qué has escrito? -me preguntó Marta.

-Prefiero no compartirlo...

-Anda ya, si tendrás que hacerlo de todos modos. Enséñamelo, porfi.

-Cuando lo presentemos todos, te lo enseñaré.

Entre a la sala. Solo estaba Paula, leyendo un manga.

-Hola Paula, ¿solo estás tu?

Paula me miró con una cara de pánico.

-¡No, no es lo que parece! -exclamó con una cara sonrojadísima.

-¿A qué te refieres? -pregunté.

-Na... nada... -respondió mientras escondía su manga

Sabía lo que la pasaba y sonreí. Eso hizo que se avergonzase más.

-¡Hola a todos! Siento llegar tarde. Estaba en el aula de música con el piano- dijo Mónica, entrando agitada al aula.

-Ya me preguntaba dónde estabas- dijo Marta.

-Perdón... como presidenta del club debería llegar puntualmente

-¡Tranquila, nos pasa a todas!

Mónica sonrió.

-Bueno -dijo Mónica-. Es hora de intercambiar nuestros poemas, ¿estáis listos?

Yo, aunque no lo estaba, intenté esconder mi vergüenza.

¡Si! -exclamé.

Me dirigí a Paula para intercambiar mi poema con el suyo.

Su poema decía:

"Destapo mi cabeza como una jarra de galletas.

Es mi lugar secreto donde guardo mis sueños.

Pequeñas bolas de luz solar, frotándose como varios gatitos.

Alcanzo uno adentro y lo saco con mi pulgar y dedo índice.

Es cálido y da cosquillas.

¡Pero no hay tiempo que perder! Lo pongo en una botella que lo va a proteger.

Y pongo la botella en la repisa donde están las demás.

Pensamiento feliz, pensamiento feliz, pensamiento feliz en botellas, todas en fila. Mi colección me consigue amigos.

Cada botella una estrella de hacer remiendos.

A veces mi amigo se siente de alguna manera.

Y a salvar el día van mis botellas. Noche tras noche, más sueños.

Amigo tras amigo, más botellas.

Más profundo y profundo mis dedos van.

Como explorando una cueva, descubriendo secretos ocultos en grietas.

Cavando y cavando.

Rascando y rascando. Quito el polvo encima de mis botellas.

El tiempo ya no parece pasar.

Mi repisa vacía necesita aún más.

Mis amigos a través de mi puerta cerrada miran detrás. Finalmente, todo bien. Abro y mis amigos entran.

Ellos entran apresurados. ¿De verdad tanto quieren mis botellas?

Yo frenéticamente las bajo de la repisa, una tras otra.

Pasándolas a cada uno de mis amigos.

Cada una de las botellas.

Pero cuando dejo ir una, Se rompe contra el suelo en frente de mi.

Pensamiento feliz, pensamiento feliz, pensamiento feliz en trozos por todo el suelo. Se suponía que eran para mis amigos, los cuales no están sonriendo.

Están todos gritando, rogando. Algo.

Pero solo escucho eco, eco, eco, eco, eco

En mi cabeza."

-¡Qué bueno! Me ha gustado mucho -dije.

Paula me miró extrañada.

-¿En serio te gustó, pensé que te parecería muy infantil?

-És una forma de poesía muy única, además creo que representa

muy bien cómo eres, a mí me pareció muy bueno.

-Bueno... si tú lo dices... Enséñame el tuyo.

Leyó mi poema.

-Bueno... no está mal... pero se nota que eres un principiante. Las

palabras están muy mal ordenadas y las ideas descontroladas. Aun así, creo que no es mal comienzo, tienes potencial.

-Vaya, gracias, creo que es un cumplido que tú me digas que no está mal.

Ella se sonrojó.

-¡¿Qué?! No malinterpretes mis palabras, a ver, no está mal, pero

tampoco....."

Me reí un poco.

-Tranquila, te entiendo perfectamente -dije.

-¡Marcos!

Miré atrás, era Marta.

-Ya es hora de marcharnos, ¿vamos andando juntos? -preguntó.

-Sí, vamos. Chao a todas, mañana nos vemos.

-¡Adiós! -dijeron Paula y Mónica.

Nos marchamos del club camino a casa. Marta se encontraba un

poco rara. La veía nerviosa.

-Oye, Marta, ¿te pasa algo?

-No, tranquilo, simplemente estoy cansada.

Sin duda era extraño, esa energía que radiaba siempre, esa que

alegraría a cualquier persona, por pesada que a lo mejor se

hiciese, no la tenía.

Seguimos hablando en silencio. De repente, habló.

-Oye... ¿Estás contento en el club? -preguntó ella.

-Sí, al principio fui escéptico, pero la verdad, es que Mónica y

Paula son muy buenas personas, aunque siento como si faltara

alguien a quien conocía en el club.

-Vaya..... ya veo...-respondió Marta con tono triste- Bueno, me voy

a ir, tengo que ir a dormir, estoy muy cansada.... hasta mañana.

- Bueno..... hasta mañana, Marta, descansa.

-Gracias, Marcos.

Después de ese intercambio incómodo, llegué a casa, solo para caer en la cama, para pensar en qué le podía pasar a Marta, pero antes de averiguar nada, me dormí.

Desperté a la mañana siguiente. Realicé la misma rutina de todos

los días y salí de casa. Esperé a Marta, pero viendo que no venía,

decidí marcharme, no era la primera vez, una de las razones por

las que dejamos de caminar juntos fue porque ella siempre se

quedaba dormida.

Acabó la jornada escolar y me dirigí al club. Pensé que Marta

habría venido en algún momento del día, pero me sorprendí al ver

que no estaba allí.

-Oye, Paula, ¿has visto a Marta?

-¿Marta? Ella no ha venido en todo el día, pensé que lo sabías.

Mi cara se puso pálida. Sabía que el día anterior le pasaba algo, pero fui tan tonto como para no comprobar qué le pasaba. Salí corriendo del colegio. Llegué rápido a su casa. Entré en su casa. Sabía que estaba abierta, su madre siempre la solía dejar abierta cuando quedaba en casa de Marta. Subí en silencio a su cuarto. No había hi un ruido. Abrí la puerta de su cuarto. Allí estaba Marta, en su cama.

-Hola, Marcos.

-Marta...

Ella estaba con un rostro que jamás había visto en ella. Había

llorado y estaba triste. Muy triste.

-Marta... dime qué te pasa por favor. Somos amigos, puedes contármelo.

Marta me miró. Estaba temblando.

-Marcos... ¿por qué te importa?

-Porque eres mi amiga

Ella se quedó callada.

-Está bien.... Marcos, ¿sabes por qué había veces en las que

llegaba tarde porque no salía de la cama a tiempo? Era porque

tenía que luchar para encontrar un motivo para despertarme cada

mañana.

Me quedé en silencio.

-...

-Llevo luchando contra una profunda depresión desde hace mucho

Tiempo.

-¿Por qué nunca me hablaste de ello...?

-No quiero causarles problemas a los demás, solo soy un estorbo,

no sirvo para nada más.

-¡Deja de decir tonterías! ¡Tú a mí me importas mucho, más de lo que puedes imaginar!

Ella no respondió.

-¿Sabes cuál era uno de mis motivos para levantarme cada

mañana? Eras tú. Te amo, Marcos, y pensé que por eso invitarte

al club sería una buena idea, siempre estabas solo y quería que

hicieses amigos para que fueses más feliz, pero ahora que los has

hecho..... siento como un nudo en el estómago. Como si sintiese

que te alejas de mí y que al final vas a olvidarme por ellas.

Yo corrí a abrazarla.

-Marta... no tienes que preocuparte. Eres una persona fantástica y

siempre te he querido mucho, solo que era demasiado estúpido. No

lo quería aceptar, pero...

Desperté a la mañana siguiente. Realicé la misma rutina de todos

los días y salí de casa. Esperé a Marta, pero viendo que no venía,

decidí marcharme, no era la primera vez, una de las razones por

las que dejamos de caminar juntos fue porque ella siempre se

quedaba dormida.

Acabó la jornada escolar y me dirigí al club. Pensé que Marta

habría venido en algún momento del día, pero me sorprendí al ver

que no estaba allí.

-Oye, Paula, ¿has visto a Marta?

-¿Marta? Ella no ha venido en todo el día, pensé que lo sabías.

Mi cara se puso pálida. Sabía que el día anterior le pasaba algo, pero fui tan tonto como para no comprobar qué le pasaba. Salí corriendo del colegio. Llegué rápido a su casa. Entré en su casa. Sabía que estaba abierta, su madre siempre la solía dejar abierta cuando quedaba en casa de Marta. Subí en silencio a su cuarto. No había hi un ruido. Abrí la puerta de su cuarto. Allí estaba Marta, colgada de una soga.

Yo no podía creérmelo. No podía ser cierto. Ella no...

Esto no podía ser real.

M̴͎͓͑̐̍̋̋̃̈́͒͒͆̐͊͜ó̴͚̭̳͓̲̣̅̍͌̾̅̄͗͜n̸̨̢͈̺͚̩̩̮̗̉̈̂̍̌̄̀͑̚ì̵̢̠̬̖̤͕̞̭̪̯̌͌̓̍͋̑̊̿̍̃̈́͘͝c̸̨̟̫̤͉͚̰̖̆͑̇̐̅̊̾͜a̸̢͖̫̱̙̼͓̦̻̻̥̤͒͛̏͛̍͐̌̄͂̔͊̍̈́͝ ̷̨̫́̇̇͂́͘̚͘ apareció detrás de la puerta.


-¡Mónica! ¡¿Qué haces tú aquí?!

Ella permaneció calla-

Desperté. Tenía a Mónica enfrente de mí.

-Hola, Marcos, aquí al fin podremos estar solos... para la

eternidad..... verás, estoy harta de mi rol en esta historia. Me tienen

como el personaje secundario y estoy harta de tener que asumirlo.

Da igual lo que haga, siempre acabas enamorándote de otra chica.

Nunca pones tus ojos en mí. Da igual lo que haga, para ello me

han hecho y para ello me quedaré. Pero ya no, he decidido

reescribirlo. He empezado con eliminar a Emi de la historia. Pero no funcionó. Después de eso, te enamoraste de Marta. Nada de lo que hiciese podía cambiarlo. Así que he decidido eliminarla a ella

también. Porque, de verdad, te amo, Marcos, y estaba harta de que

no pudiera hacer nada para demostrártelo. Pero ahora, en este

limbo que he reescrito, no hay nadie más. Solo tú y yo. Para el

resto de nuestras eternidades. Podemos hacer lo que quieras. Sobre todo, por favor...





Ámame. 



Lucas Rienstra de Botelho , 4ºB.

Responsable de la página: Sonia Gara Arboleya Olivares
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